martes, 24 de julio de 2007

EL SEÑOR VIGILANTE


Se ha venido desarrollando en la ciudad una modalidad, práctica por demás, de fiscal de tránsito que va vestido de civil.

Este vigilante de tránsito, al parecer se ha revelado mucho mas práctico que aquellos uniformados en color marrón –tamarindos según el léxico popular de la ciudad- que forman parte del gubernamental Instituto de Tránsito, ese mismo que hace muchos años en vez de entregar licencias de conducir entregaba papelitos rosados que suplían la verdadera, ese que dirige el tormentoso procedimiento para obtener el título de propiedad de tu carro, y el mismo que te da la placa de un Estado distinto a aquel donde el carro va a circular. No es de extrañar el surgimiento del servicio de vigilancia en manos “privadas”.

Pues si amigos, estos señores de civil, son ciudadanos espontáneos que al ver el caos del tránsito en una esquina determinada, toman la ley en su mano, y con un pito en la otra y la voluntad que le falta a las autoridades se lanza al ruedo, día tras día, ad-honorem y expuestos a los rigores del clima y los malos humores de los transeúntes, Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!! –pasa tu. Ahora tu. Tu te quedas allí. Señorita, mami, que bonita, pasa mi amor, tu mejor, tu no, la muchacha del escote. Que pasó panita, dale que aquí la gente está apurada…. Todos, o casi todos obedecen las órdenes del improvisado señor vigilante, ciudadanos sedientos de que se ponga orden.

Así transcurre la tarde de algunas esquinas en el centro de la ciudad, avenidas y calles. Claro, estos amigos que intentan resolver el caos vehicular están un poco mal de la cabeza, y creo que a eso es a lo que le temen las verdaderas autoridades del transito, y es que están convencidos de que hay que estar loco para meterse a dirigir el tránsito en Caracas.

1 comentario:

Jose Urriola dijo...

Chamo, yo propongo que el civil que de voluntario se lanza a dirigir el tráfico caraqueño pase a formar parte de la fauna nacional. Junto a la anaconda, al oso frontino y al turpial . Hay que inventarle un género y una especie para que tenga nombre científico y lo puedan dibujar en las láminas de anatomía de cualquier enciclopedia o bestiario.