viernes, 28 de marzo de 2008

LA PARADOJA - EN CARACAS SI SE PUEDE


Asdrúbal tiene 36 años, es Administrador, durante muchos años vivió afuera, huyéndole al desastre nacional, le fue bien, ganó dinero en US$, pero por razones que solo él conoce se vino a Caracas a finales de 2005.

Cuando llegó, estaba atormentado del miedo, creía que le iban a asaltar en cualquier esquina, temía que Chávez le quitara hasta los interiores al implantar el horrendo comunismo con el que ha venido amenazando, temía que la destrucción de las instituciones le eliminara sus derechos como ciudadano.

Asdrúbal, a pesar del terror, llegó cómodo a la casa de sus padres en La lagunita, una casa amplia, con un jardín envidiable, cortado a la perfección por el staff de jardinería empleado, allí descargaba su nostalgia por el país del norte, leyendo apaciblemente el último libro de los 7 hábitos que hacen a la gente efectiva, en ingles of course.

Recordaba un poco confundido la sensación de certeza en EEUU y la comparaba con la sensación de mas certeza aún en su casa de toda la vida, esperaba ansioso asistir a las 3 entrevistas de trabajo que ya había conseguido aquí, mientras recordaba con desprecio a su ex -jefe en la corporación internacional donde hace un mes dejó de trabajar. También recordaba con un poco de tristeza el fallido amor por Jessica, una catira de Philadelphia, quien lo dejó hace 1 año ya.

Dejó de lavar la ropa en la lavadora del edificio en el que vivía en Baltimore, donde tenía que esperar horas pasando frío y esperando para llevársela, y luego ponérsela arrugada y fría, pues ahora Encarnación, la mujer de servicio de toda la vida se la lava, seca y plancha, sin que él se entere.

Eliminó de su vida las comidas chatarra y horrenda, pues ahora la cocinera de la casa se encarga de prepararle las ricas recetas caraqueñas de de toda la vida, y se lleva para su trabajo la lonchera que le prepara la misma cocinera con pollo a la plancha, arroz y ensalada.

Los días del maravilloso transporte público de la ciudad de Baltimore, pero público al fin, terminaron, pues su primo, que tiene un concesionario Honda, lo saltó en la cola para comprar carros y le vendió un FIT a crédito. Volvió a conducir su carro propio con su música y su aire acondicionado, aquí maneja sin haberse renovado la Licencia y el Certificado Médico, allá ni le pasaba esa idea por la cabeza.

Hace 2 años conoció a Andreína, ella es Ingeniero, se la presentó su mejor amigo de la infancia, el flechazo fue instantáneo, se casaron hace 1 año y compraron un apartamento que consiguieron a través de una amiga de la madre de Andreína que tiene una inmobiliaria.

Una vez al año viajan fuera del país, todas las semanas comen en el Piso 5 de EL TOLÓN, han probado la comida cantonesa, la vietnamita, el Chino, el suizo, el Italiano, pagan con sus tarjetas de crédito sin problemas, van al Club tres veces a la semana, donde Andreína se da masajes, juega tennis y va a la peluquería que es más barata que en la calles, Asdrúbal nada en la piscina, y hace ejercicios en las mañanas, luego se pone el traje y se va a su trabajo. En definitiva se dan la gran vida.

En Caracas, sigue la inseguridad a millón, muere más gente por violencia semanal que en los países donde hay guerras, el caos y colapso de los servicios públicos y privados nos hace vivir una especie de rally cada vez que inventamos que queremos hacer cualquier cosa, Asdrúbal tenía razones para temer un asalto, y es que todos los días se entera uno de los N casos de robos, hurtos y demás especies de atentados contra la propiedad, Chávez sigue amenazando a todos con echarles la vaina comunista, siguen las marchas contra el gobierno, las bombas lacrimógenas, los huecos en las calles, la insólita escases de leche, pollo, huevos, y medicinas, la desconsideración irrespeto e ilegalidad del gobierno cada día es mayor, con todo, todo lo que se pueda uno imaginar y algo más.

Aún así, la poca gente que vive la vida de ensueño de Asdrúbal y también la gente que no vive tan bien como Asdrúbal, pero que igual vive bien, paradójicamente es la que más se queja y la que más se adelanta a exclamar cada día que AQUÍ NO SE PUEDE VIVIR, ESTO ES UN HORROR, HABRÁ QUE IRSE, mientras cada día hacemos mas y mas y mas, y sin notarlo seguimos adelante y logramos lo que deseamos, particularmente seguir viviendo bien, a pesar del desastre y a pesar de la inseguridad general.

En Caracas todavía hoy, y a pesar de tantas condiciones adversas SI SE PUEDE, aunque sea una paradoja.

martes, 18 de marzo de 2008

LA TEMPERATURA


¿Y eso que es pana?, ¿Te compraste una radio?, fueron las preguntas de Luis en el instante que entró y vio en la sala de la TV, el extraño aparato con unos números grandes.

No viejo, es un termómetro, le contesté. ¿Qué? ¿Un termómetro para qué? preguntó sorprendido. Desde ese día tomé conciencia de que mi afición por conocer la temperatura ambiental y el estado del tiempo, viniendo de un país tropical, es algo realmente extraño.

En aquella época vivía yo en Madrid, y se justificaba el conocimiento de la variación de la temperatura, y aún así, para mis compañeros de piso, venezolanos, era una extravagancia insólita, aunque permanentemente y desde entonces, antes de salir y cada vez que podían, revisaban la temperatura para saber a qué atenerse. revisión que en Venezuela es totalmente inoficiosa.

El aparato en cuestión mide la temperatura dentro de la habitación donde uno esté, y además tiene una base remota que mide la temperatura afuera del edificio, con lo cual tiene uno la medición de afuera y de adentro. ¡Qué cosa más inútil! es la opinión mayoritaria de mis conocidos, al descubrir las funciones que para mí son lo máximo.

En Caracas, a nadie le resulta de utilidad el estado del tiempo, ó la temperatura que esté haciendo, salvo en diciembre que todos comentamos la bajada de "Pacheco", y desde mayo que empezamos a cocinarnos y a comentarlo inconcientemente en todo momento (para mayor información revisar la temperatura de las ciudades de Venezuela colocadas obsesivamente en este mismo blog). Y es que haga un poco de fresco ó más calor, no cambiamos el tipo de ropa jamás, siempre vamos un poco sobre abrigados.

En nuestro país, excepto quizá en los estados Andinos y particularmente en los Páramos altos, la constante es el calor, y aún así recuerdo que hace unos 20 años, nos dió por la moda de llevar “sweateres” a plena luz del día, a unos 30 grados de temperatura, ¡Que calor señores!, que decir de los calentadores en las piernas, de moda en el Norte del planeta, que hicieron furor entre las niñas acaloradas de Caracas en los años 80.

He visto casos de mujeres con botas de invierno y medias caminando en el centro de la ciudad, a 33 grados centígrados, no quiero ni imaginarme como estarán esas piernas y pies dentro de semejante horno.

Los caballeros, profesionales y menos profesionales, vamos de rigurosos traje, hechos con lanas y otras telas nada frescas, pero que son el último grito de la moda Otoño- Invierno en París.

Las chicas usan bufandas que abrigan el cuello y la garganta para evitar cualquier resfrío a estos helados 35 grados centígrados. Especial mención merecen los abrigos que venden en Zara, con todo y pelos, llevados en el Metro de Caracas como si estuviera nevando afuera. ¿En que estamos pensando?

Bueno amigos, la cosa es que mientras andamos vestidos de Otoño-Invierno-Primavera, siendo que vivimos en permanente verano, nos negamos a ver los termómetros y darnos cuenta de que no estamos en el invierno de nuestros sueños, sino en el trópico subdesarrollado de nuestra cálida y amable ciudad.

No nos damos cuenta de que los reportes del tiempo en todo el mundo dicen que en Caracas hay 30 grado centígrados invariablemente todo el año, y aunque la realidad es que si hay variación de temperatura entre la época de mas calor y la de mas frescor, ni nos enteramos, pues siempre vamos vestidos de la estación que haya en el norte.

Mi teoría es que no queremos saber que estamos aquí, es como una especie de estado mental de MATRIX en el que, nos hacemos lo locos y nos seguimos vistiendo bien abrigados, como lo hacen allá donde hace frío.

Entonces, cómprate tu termómetro, date cuenta que hace un calor infernal todo el año, y quítate ese abrigado pantalón de pana, esa bufanda que te saca sarpullido, aunque estás acostumbrada, y esos zapatones con medias gruesas, y ponte tus chancletas, tus pantaloncillos cortos, tu falda y tu camisita y sal al sol a sudar.

miércoles, 5 de marzo de 2008

HACIENDO COLA


Allí estaba yo, con mi numerito recién tomado del “Q-matic”, feliz porque como soy cliente, puedo usar la tarjeta para que me den un número “especial” que me permite pasar antes del resto de los infelices que no son del banco.

Aún no había salido mi serie, yo tenía el 2578, seguro que van por el 2577 y ya me van a llamar.

Suena el “Ping” y titila el número 2000 indicando que le toca la taquilla 14, yo no entendí nada. Le pregunto a la señorita con el “wet look” y boca prominente y pintada de rojo que administra los tickets, si ese 2000 es mi misma serie, y ella responde que sí.

Estoy confundido le digo, ¿y mi tarjeta no es especial entonces?, Claro que es especial, me responde, todos nuestros clientes son especiales acota. Ah claro, pienso, lo que pasa es que están hoy todos aquí.

Después de 45 minutos de espera, decidí irme, me quedé con mi tarjeta especial y mis trámites sin hacer.
---------------------------------------------------

Es una noche especial, estoy muy contento, no hay ninguna razón especial, es solo que estoy bien. Cuando llego a la casa agarro a mi esposa y nos enfilamos al nuevo restaurante de Ostras, ese en el que comimos con los amigos aquella vez, de solo pensar en la docena que me voy a comer con un buen vino, se me hace agua la boca.

Al llegar, la congestión de gente nos tumba un poco el ánimo, pero seguimos entusiasmados, decidimos que vale la pena y nos anotamos en la cola.

Yo lo anoto señor, pero hay 16 personas antes de usted… ¿Y cuanto tendremos que esperar? Pregunto, Como unos 50 minutos señor, responde con desidia la señorita, quien por alguna razón no puede hacer contacto visual con nosotros. Nos quedamos de pie esperando.

Al rato de espera, moviéndonos a cada rato que nos pedían permiso para pasar los mesoneros, decidimos, ya de malas, irnos a otro sitio.

Intentamos 2 sitios más, el de comida mantuana-internacional, no estaba tan congestionado, pero ya al borde de nuestra paciencia, no aguantamos 1 solo gesto que no nos gustara, y como la atención a nuestra solicitud de mesa no fue atendida de inmediato, nos fuimos.

En el de Sushi, la cosa se complicó pues había que esperar para aparcar el carro, así que luego de recorrer 2 veces, 2 cuadras alrededor del sitio sin éxito nos marchamos.

Terminamos pues de mal humor entre nosotros, frustrados por no haber podido tener la cena que queríamos y haciendo otra cola para mal comernos unos perros calientes en la calle.
--------------------------------------------------

Mi celular dejó de recibir mensajes hace 2 días, yo me cambié a Telefónica porque creí que el servicio sería mejor, por aquello del GSM, nunca me gustó eso de que cambiara TELCEL a MOVISTAR, pero bueno, lo de la mejor tecnología me sedujo.

Finalmente tengo un tiempito para llamar a una operadora a ver como hago para que se arregle este problema, luego de hacerme marcar 7 veces 1 para confirmarle a una máquina que realmente quiero hablar con un ser humano, la máquina me indica, con una insólita alegría que tengo por delante 8 personas, y que en pocos minutos alguien atenderá mi llamada, a lo que sigue la musiquita esta gringa….I am walking on sunshine… wow, wow.WOW!!!!

Luego de esperar 20 minutos, con la cancioncita repitiéndose una y otra vez, con la oreja peligrosamente caliente, pegada a las ondas electromagnéticas del celular, me atiende una muchacha, que parece salida de una tienda de pan, pues no sabe absolutamente nada de lo que estoy hablando. Llegado un punto de mi reclamo, la muchacha me indica que espere en línea, tranca, y con ella se va mi conexión.

Sigo sin recibir mensajes, estoy mejor así.
--------------------------------------------------

Los días, semanas y meses transcurren, uno detrás del otro, diariamente hacemos todo tipo de colas en las ciudades que habitamos. Las actividades mas placenteras se vuelven complicadas y poco atractivas pues las precede una cola larga. La gente hace colas por las razones mas insólitas, para esperar el nuevo Wii, para esperar el lanzamiento del nuevo I-Phone, y para comprar de primero el nuevo libro de Harry Potter. Una de las pocas cosas para las que no se hace cola en Caracas es para ver el Avila.