martes, 26 de febrero de 2008

SOMOS UN PUEBLO MUSICAL


Esa sentencia nos persigue, y es equivalente a la tiranía de la supuesta Alegría Perenne ó Buen Humor a Juro de los venezolanos.

Ser un pueblo musical, es como vivir en un concurso de Salsa Casino las 24 horas del día, en el que, en cualquier momento, tendrás que salir a dar tus pasos caribeños al ritmo de la melodía de moda de reggaetón ó salsa erótica.

A mí me encanta la música, y la escucho todo el tiempo en mi carro, en mi casa, y con audífonos en mi aparatico de MP3, con éstos últimos, como bien dice José, se hace uno su propia banda sonora de la vida. Sin embargo lo de la musicalidad de los venezolanos, excede mi capacidad.

Y es que se supone que debes estar feliz las 24 horas del día y listo para bailar y/o escuchar a todo volumen la música de otro. Si no estás dispuesto, está claro, eres un amargado, insoportable…. ¡Chico… alégrate vale, que la vida es una sola, que va…..!

Mientras el resto de la ciudad, a pesar de tener miles de problemas, se las arregla para pasarla feliz en el autobús que pone el merengue en la rayita 20 del volumen, con el bajo distorsionado, y los oídos a reventar, yo sufro y ruego porque le caiga un rayo al aparato de sonido del que sale semejante ruido, ó que terminen de explotar de una vez por todas esas cornetas que vibran aterradoramente.

Y es que estoy rodeado. Cuando subo en el ascensor para la oficina, me acompaña un tipo con unos lentezotes que escucha a más volumen del personal, y sin audífonos, un vallenato muy distorsionado, ninguno de los otros 5 pasajeros del ascensor parece molestarse, yo en cambio, a pesar de inconscientemente llevar el ritmo con mi pié, permanezco tenso esperando la oportunidad de quitarle el aparatejo al tipo, y tirarlo al piso, donde el momento culminante sería el de destruir con el pié el infiernillo ambulante.

Cuando logro montarme en el metro, a la hora pico, en la Estación Parque del Este, con mi cuerpo y cara adheridos a los de otros 200 pasajeros sudorosos, uno de ellos se las ha arreglado para hacernos el viaje mas “placentero” aún, con un Guaco a todo volumen desde un celular Nokia, el tipo canta, y la muchacha a quien mi brazo tapa la cara, mueve alegrísima el pie al ritmo de las gaitas extemporáneas, pero sabrosas al parecer.

El domingo en la cola para lavar el carro, el dueño del Alfa Romeo parado enfrente de mi carro, decide “alegrarnos la espera” abriendo el maletero del carro, del cual emerge una cosa como una mesa, que contiene 4 cornetas, de las cuales fluye un escándalo caribeño que no atino a identificar por lo alto del volumen, alrededor hay quienes han resuelto bailotear, yo estoy aturdido pero la gente alrededor es feliz. No lo entiendo.

Mis vecinos no pueden hacer una reunión en su casa sin que terminen dejándome en vela hasta las 5 am, cuando finalmente se va el último invitado rascado, que canta las canciones de Aditus con el repro a todo volumen. No hay policías, ni cartas de protesta, ni Junta Comunal Socialista, ni absolutamente nada que pueda detener la alegría desbordada y desproporcionada de la celebración y la música hasta el amanecer. Yo no solo no entiendo, sino que lo sufro.

No es obligatorio haber nacido aquí para tener ese espíritu musical, nuestra cosa caliente, alegre y sonora ha logrado acabar con las necesidades de silencio y consideración por los demás de personas extranjeras criadas en el frío mundo desarrollado del norte. Mi cuñado suizo no puede aguantar la tentación de romper la tranquilidad con un escándalo de Olga Tañon, baila enloquecido sin parar como en un loop interminable a todo volumen, él también es feliz y musical ahora.

Es definitivo, Somos un Pueblo Musical, y yo…. bueno yo debo ser un amargado.

martes, 19 de febrero de 2008

GRAFFITI - No la Tienda



Sin duda alguna el Graffiti es una forma de expresión, tan antigua como el hombre mismo.

El hombre del Neandertal, rayaba las paredes de sus cuevas y pintaba animales con rojos y blancos, que seguramente brillaban en las noches al calor del fuego, mientras intentaban dormir.

En Roma el Graffiti era muy común, todos los días aparecían en las paredes de los edificios pintas alusivas a los políticos, a las mujeres de grandes familias, y sobre cualquier tema que pudiera ocupar la atención del momento, debió ser como un baño público.

Desde muy niños los seres humanos tenemos la necesidad de expresar lo que vemos, y lo que sentimos a través del dibujo, y si es en una pared mucho mejor para desgracia de los padres, que luchan por contener a sus hijos y mantener sus casas limpias.

Recuerdo el día en que a Héctor se le ocurrió que debíamos pintar con tinta china las paredes de su cuarto, estuve 200% de acuerdo, nos pusimos en ellos inmediatamente, hicimos todo tipo de dibujos, chistes, y cualquier cosa que se nos pasara por la mente infantil de 9 años, el final de esta historia fue vernos cada uno con un balde de agua jabonosa y un cepillo limpiando el desastre, y un castigo por supuesto.

En la casa de algunos amigos, han tenido la grandiosa idea de colocar una pared completa tipo pizarra, es increíble ver a los adultos y a los niños concentrados escribiendo y pintando con tiza, la rayadera es pues algo natural aparentemente.

En la adolescencia muchos nos vimos empujados por una fuerza extraña que nos invitaba a rayar paredes, con mis amigos hice varias excursiones de este tipo, comprábamos spray de pintura negra, y se iniciaba el paseo, era como una competencia de creatividad, concentrándonos en los mensajes mas que en la estética, hasta que en una puerta el dueño de la casa cachó a Choza, y los demás nos piramos. Ese día aprendí algo sobre la solidaridad.

Aún hoy en día, me divierte horrores leer los mensajes vulgares e irrepetibles que las personas dejan en las puertas de los baños públicos, no puedo contener la risa cuando los leo, algunos tienen un contenido realmente censurado, el impulso por dejar plasmada una acotación solo se ve detenido por la sensatez adquirida después de adulto.

En Caracas han habido graffitis famosos, pintas impactantes por su calidad artística, y mensajes realmente escandalosos, la rayada de las paredes forma parte de la ciudad y en cierta forma retorcida tiene un encanto particular, pues como toda manifestación de la actividad del hombre no puede ser contenida, aunque en mas ocasiones de las que creamos daña fachadas y paredes deteriorando la ciudad.

Cosa distinta es el vandalismo que aparece disfrazado de Graffiti, y es que el Nor-Este de la ciudad se ha visto invadido por un deseo de destrucción, que indudablemente expresa el descontento de las personas. Rayar paredes de piedra, vallas publicitarias y señales de tránsito sobrepasa quizá el límite, si es que lo hay.

martes, 12 de febrero de 2008

CANSANCIO


• Cuando para llegar a tu casa, después de haber pasado el día trabajando, te encuentras con una cola inmensa que te retrasa 1 hora mas;

• Cuando te levantas en la mañana, te bañas y desayunas volando para salir, y a una cuadra de tu casa te encuentras la cola detenida;

• Cuando enciendes la radio y desde temprano en la mañana escuchas a las mismas personas diciendo las mismas cosas sobre el mismo gobierno, y sigue y sigue todo por 8 años;

• Cuando vas al auto mercado y sigues sin conseguir leche, huevos, harina, pollo, y cualquier otro producto de turno en escasez;

• Cuando escuchas a lo lejos la voz del Presidente de Venezuela, escupiendo insultos y acusaciones absurdas, para continuar sin resolver ninguno de los problemas del país;

• Cuando la persona que trabaja en tu casa, de nuevo dejó de venir hoy;

• Cuando vas al cine y te encuentras con que hay que luchar contra el resto de la ciudad para llegar a sentarte en paz (cola para aparcar, cola para comprar el ticket, cola para comprar chucherías, cola para entrar a la sala, sentarte comiendo pantalla, y/o sentarte separado de la persona con quien vas, cola para sacar el carro del estacionamiento);

• Cuando te das cuenta, otra vez, de que no hiciste reservación para cenar, y te toca esperar 1 hora en un sitio;

• Cuando un domingo te sorprende una cola que corresponde al lunes en la autopista;

• Cuando una vez mas descubres que la comida que pediste para llevar y que pagaste completa, está incompleta;

• Cuando los vecinos decidieron hacer otra fiesta y sabes que no vas a dormir hasta las 3 am;

• Cuando te das cuenta de que llevas 1 año tramitando solvencias para poder trabajar, y aún no las tienes;

• Cuando recibiste la noticia de que ya no cuentas con 4 mil dólares para tus compras por Internet al año, sino con 4 cientos;

• Cuando llegas a una Clínica y te das cuenta de que se ha convertido en lo mas parecido a los Hospitales mal mantenidos y mal atendidos de antes, pero contigo pagando;

• Cuando te enteras de que los créditos que la ley impone a los Bancos a una tasa de 10,26% , en vez de dártelo a ti, que lo necesitas, se lo dan exclusivamente a los trabajadores del Banco;

• Cuando una pieza que tu carro necesita para su funcionamiento, está agotada irremediablemente y te toca pasar meses sin carro mientras llega;

• Cuando te dejan esperando en el teléfono 15 minutos, con una máquina que te dice que Ya Te van a Atender, cada 20 segundos;

• Cuando tu teléfono celular no tiene recepción, no recibe los mensajes que te mandan, o las llamadas te caen directo a la contestadora;

• Cuando se va sin aviso la señal de tu servicio de televisión por suscripción;

• Cuando tienes el número 589 en el Banco y van por el 500;

Lo único de lo que no me canso es de Ver El Avila.

martes, 5 de febrero de 2008

ME DEJA EN LA PARADA POR FAVOR


Una de las sensaciones de mayor libertad en la vida, de casi cualquier habitante de una ciudad, es poderse mover a placer andando y usando el transporte público.

Los caraqueños somos gente que anda metida en vehículos el 80% de nuestro tiempo, bien sea que uno ande en carro ó en colectivos, hace ya un rato largo que nos olvidamos del placer de caminar.

Algunos de nosotros tenemos la “dicha” de manejar nuestro propio automóvil, y hemos creído durante años y años de colas interminables, de ida y de vuelta, que el summum de la felicidad está en trasladarnos solos, deprivados del contacto con la gente, en nuestros carros con vidrios ahumados, aire acondicionado y un escándalo de música adentro.

Hace algunos años, viviendo fuera de mi país, sin carro, descubrí que andar a pié, no solo es la libertad más grande que cualquier citadino puede experimentar, sino que además tiene un componente de placer inigualable, pues se tiene la dicha de ver todo, de escuchar los sonidos, de sentir los olores, y de ver a la gente. Me tomó 3 meses curarme de la locura vehicular de Caracas, pero finalmente me desintoxiqué y aprendí como el resto de la humanidad a caminar y a tomar el autobús. Hoy he vuelto a enfermar, me la paso en mi carro.

En Caracas, el sistema de transporte público es, apartando el Metro, muy malo. Sin embargo en medio del aparente caos, ese mismo sistema nefasto de transporte es capaz de llevarlo a uno donde quiera, pues se caracteriza por una absoluta flexibilidad, la cual es, por supuesto, un gigantesco desafío a las necesidades de orden en la ciudad.

Así pues, si usted está en la mitad de una avenida, y decide que es hora de montarse en un “carrito”, usted simplemente comienza por desearlo – y no tiene nada que ver con “El Secreto”-, luego al ver uno, saca usted la mano señalando que requiere el servicio, e inmediatamente y sin contemplaciones de ninguna índole el autobusero hará todas las maniobras necesarias para recogerlo en ese sitio. No habrá semáforo, vigilante de tránsito, vehículos transitando, peatones, obstáculos físicos y/o psíquicos, que le impidan a ese autobús recogerlo, mucho menos alguna norma de tránsito, y es que tal como pone la pegatina del vidrio de atrás, el chofer tiene “el poder de Jerkinson, mi hijo el primero”, poder que se demuestra con el estruendo del escape del autobús.

Una vez dentro de la unidad, no hay reglas estrictas, usted puede pagar al entrar ó al salir, puede ir sentado ó de pié, no necesita estar pendiente de las paradas, donde usted desee le dejan, si tiene calor se ubica tomado del tubo en la puerta, si tiene frío se sienta en el montículo del embrague que normalmente está caliente, si quiere conversar lo hace, si quiere callar se calla, y así.

En el autobús, el viaje es tremendamente placentero, pues se ofrecen una gama de temas con los cuales divertirse durante su trayecto, para comenzar, le acompañará su propia banda sonora, no la suya, sino la del autobús, las ganas de bailar seguramente le inundarán el cuerpo al escuchar a todo volúmen un reggaetón, salsa trancada ó merenguito, y si le toca sentado, la sensación de montaña rusa del vaivén de las sillas, a punto de despegarse, cada vez que el conductor mete un frenazo, no le darán tregua para pensar en lo tarde que va para su trabajo, colegio y/o/u casa, si va de pié, el dilema será de donde agarrarse para no ir a dar al parabrisas de la “buseta”.

La diversión dentro de la “camionetica” no tiene final, una vez que se haya acostumbrado a las condiciones sonoras y físicas de la unidad, podrá ver la gama de letreros sugestivos pegados en la unidad: ” Por favor Correrse atrás”, “No fío ni a mi madre”, “No se montan estudiantes” , “Pagar al Salir”, todos adornados con una variedad asombrosa de guindandejos y objetos que se mueven, entre los cuales debo destacar, por ser mi preferido, los perritos que mueven su cabeza negando y asintiendo al son de los huecos de la ciudad, son mundiales.

A medida que mas gente va entrando en el autobús, la experiencia se crece, va uno “corriéndose atrás”, mientras la señora con cara de susto intenta sentarse, un muchacho golpea a todos con su morral, y dos mujeres morenas ataviadas como para ir a una fiesta despotrican de sus jefes, dos señoras españolas se cuentan horrorizadas las últimas historias de horror sobre robos con cuchillos en autobuses, “vamoS que eSto Si que eS el colmo”, dicen haciendo el acostumbrado acento en las S.

En una de las paradas, todas voluntarias, ninguna indicada, entra a la “camionetica” un grupo de tres hombres que adoran a San Benito, quienes tocando un tamborcillo piden dinero para su causa, un policía viaja tomado de la barra de la puerta abierta, el niño sentado juega con un saca piojos, me muero de curiosidad por saber que alternativas tiene dentro, el contacto con la gente es inigualable, olores, colores, texturas, voces, deseos y sueños, ocurriendo en un mismos sitio, no se extraña ni por un minuto la soledad fría del carro propio atascado en la cola.

El autobús se acerca a los sitios de destino, los pasajeros con voz clara y fuerte indican “Me deja donde pueda señor” a lo que el conductor inmediatamente responde recortando la velocidad y cruzando hacia el borde de la vía –con ó sin acera- para que baje el pasajero, “permiso por favor, permisito señora, déme un chancecito amigo” hasta que llega al frente del autobús donde paga los 0,9 Bs.F (900 Bs. N) y se baja por la misma puerta por donde entró. Atrás el tráfico de la ciudad cornetea detenido. El pasajero llegó a su destino.