martes, 2 de febrero de 2010

PASTILLAS PARA EL INSOMNIO



Ernesto tiene 5 días sin dormir, sufre de insomnio severo, la angustia le ataca como a las 12 de la noche, antes se ha venido preparando como le dice todo el mundo, apaga la luz, apaga la tele, prende el aire acondicionado para sentirse más a gusto, se arropa bien, y cierra los ojos con suavidad.

Pero como un reloj despertador, al iniciarse la madrugada, los ojos se le abren como un par de huevos fritos. De nada sirvió el té de toronjil que se tomó a las 10 pm, cosquillas le hicieron los 2 equaliv, está tan despierto y tan alerta que escucha hasta el más mínimo sonido de la habitación.

Tras dar cuatro vueltas en la cama, decide que mejor prende la tele a ver si agarra un programa de esos de animales que dan sueño y le ponen la mente en blanco a uno, aparecen unas ballenas blanquísimas como de marshmallow en un mar azul oscuro que hace ver como que las bichas esas flotan, eso tiene que dar sueño, pero pasan 10, 15, 25, 40 minutos y nada, resulta que está interesadísimo en las formas de apareamiento de las ballenas beluga y del sueño ni rastro.

Finalmente tras 4 horas de agotadora lucha para dormirse, se rinde, su cuerpo se deja ir, y duerme, solo para descubrir que 1 hora y media después, el despertador suena para avisarle que tiene que saltar de la cama para llegar temprano a su trabajo.

Ernesto no puede más, ha recorrido las farmacias de toda la ciudad con su récipe para comprar las pastillas que le hacen dormir, pero nada, están agotadas hace rato, en la última que visita, ya derrotado, luego de que el farmaceuta le informa que no tiene el medicamento, y que ni se esfuerce en buscarlo porque no viene más, uno de los vendedores, con gesto sugestivo, le dice: mira…. Pero yo te lo consigo…, en ese momento Ernesto se acuerda de cuando era niño y su madre le decía que no le recibiera caramelos a extraños, nunca tuvo que negarse de niño porque nunca le pasó, pero ahora siente que es una situación análoga, no se niega, al contrario acuerda con el tipo la venta de la droga a modo delincuencial, sale del sitio rápido y con un poco de miedo, pero contento de haber cerrado el trato que le devolverá el sueño.

Esa noche Ernesto duerme, sin la pastilla, pero con la tranquilidad de que la va a conseguir, al día siguiente, recibe un lote de 2 cajas del remedio milagroso del que depende, suficiente para aguantar 2 meses, ya después verá.

Paga el doble del precio, eso si, y con angustia recuerda aquella película en la que el personaje Christa María tiene que pagar hasta con sexo y la delación de su amante, para obtener las pastillas –prohibidas por el gobierno en la Alemania Oriental Comunista- de las que depende.

Por un momento la ansiedad le carcome, luego dice… no que va, nunca llegaremos a eso.

A partir de hoy y por 2 meses Ernesto dormirá.