
No me caracterizo por ser precisamente navideño, y es que en esta época del año se me saltan las emociones y me da como tristeza.
No soy como otra gente, a quienes la navidad les da por la alegría desbordada y bailan gaitas a rabiar, andan contando las hallacas que se comieron, atesoran los rones, ponches crema, y wiskys que se han bebido, anochecen en un centro comercial, haciendo las compras de rigor, y salen de bonche indefectiblemente el 24 y el 31. Tampoco soy aquel que se deprime ó malhumora esos días, solo se me facilita la tristeza.
De niño para mi la navidad era la época en la que salía esa pajita morada en todo el Ávila, la misma que de adolescente me daba asma, en esa época hacía un poco de frío en Caracas-todavía hoy-, sonaban las gaitas por todos lados, y mi familia viajaba a Mérida en carro, donde nos esperaban abuelos, tíos y primos. Mis dos hermanas y yo nos íbamos enloquecidos de felicidad pues se abría un mundo de juegos con los primos y primas.
En Mérida el 24 de diciembre Carmencita se disfrazaba de San Nicolás, y entregaba los miles de regalos a toda la familia, los abuelos, 6 hijos, sus esposas/sos y en su mayor momento como 21 nietos, aquello era interminable. Luego en la madrugada mis padres nos ponían al lado de la cama los regalitos del Niño Jesús.
En Mérida, a diferencia de mi casa en Caracas, había arbolito, y un pesebre grandísimo hecho por mi abuela Mameye, con laguitos, montañas con picos nevados, cascadas, ovejas de anime y algodón, los fulanos pastorcitos, y unos ángeles que me parecían un poco enigmáticos, era así como un Belén andino. También se hacían hallacas, y siendo una familia tan grande la fiesta era permanente.
El 31 de diciembre era raro, pues no había regalo, y un poco fastidioso eso de la pinta para estar en la misma casa, el momento cumbre era, por supuesto, cuando daban las 12, y empezaba la lloradera de todas y algunos, de niño nunca entendí por qué lloraban, ahora podría llorar desde antes de las 12.
El llanto terminaba cuando mis primos mayores iniciaban la echada de cohetones y triqui-traquis, que desembocaban en la quema del año viejo, un muñeco hecho por el tío Edgardo, siempre con un tema político.
Ya de adulto la navidad cambió y pasó a ser época de echarse palos y rumbear. Recuerdo una navidad en que toda mi familia se fue de Caracas y me quedé solo, era un estudiante de 4to año de derecho, no creo haber vuelto a rumbear tanto en tan corto tiempo, creo que no vi la luz del medio día en 10 días, mi amigo Roberto, María Alejandra y yo descocimos Caracas, y nos bebimos casi una caja de whisky “Ye Monks” de mi padre, los cigarrillos nunca alcanzaban, y a golpe de 7 AM, la emprendíamos contra las colillas.
Caracas es una fiesta en diciembre, desde el 1ero hasta el 24. Uno puede enfermarse de tanto comer y beber, no poder más de tanto reír y compartir con familia y amigos, y gastar tus utilidades en los 12 regalos que “tienes” que dar, más el tuyo mismo. Después del 24 de diciembre la ciudad muere literalmente.
He pasado algunos 24’s y 31’s fuera de Caracas, los prefiero por aquello de la desconexión de los sentimientos. En Madrid recuerdo uno con Clutch, ambos sin familia, pelando, y sin plan, lo pasamos muertos de frío en mi piso de la Calle Pedro Heredia a punta de vino tinto y música desde mi laptop.
Otro anterior lo pasé en Berna con la familia de mi cuñado, su padre Max nos invitó a acompañarle a cantar villancicos con el coro del vecindario, a varios grados bajo cero, en la madrugada del 25, fue un momento sublime.
En Roma recibí el año 2002, en medio de un baile de vals y miles de botellas de champaña en la Piazza del Poppolo, luego recorrí la ciudad con Luis Guillermo, bebiéndonos el año nuevo hasta el amanecer. En Bogotá con Andrés, Mauricio y Ángeles recibí el 2003, fue como estar en Venezuela pero con otra familia.
Quizá el mejor, lo pasé de la manera mas sencilla, como casi nadie piensa sea ideal, en un avión a muchos pies de altura, cruzando el Atlántico, le dije Feliz Navidad a la mujer que amo, así es la nostalgia navideña.
Diciembre es sin duda un mes particular, de tristezas y alegrías entremezcladas, pocos son quienes pueden, en occidente, escapar al espíritu de esta época del año, ¿entonces? pasarla bien ó que nos sea leve, ustedes dirán.